Véngase pronto que hoy estoy necesitando bienestar
Alivio que cure mis penas con solo su mirar
Vengase de prisa, mire que estoy deseando
Construir un nido de preciso encanto...
(BACANOS / LOS PELAOS)
Un par de días antes del jolgorio obligado que significa despedir un año, fui invitado a una
pequeña celebración por alguien a quien quiero mucho aunque veo poco. Un amigo
de esos que uno quisiera tener adherido a su vida, pero no lo hace por zoquete.
Fue una reunión muy pequeña, muy informal. Alguien llevó un par de botellas de
ron (antes habríamos llevado whisky) alguien más un par de Pepsis (las de ahora son light, a juro) yo puse algo y por ahí aparecieron limones para unas
Cubas Libres perfectas que nos
tomamos como agua (yo que no consumo nada de alcohol, me tome cuatro) De
pronto, la conversación agradabilísima se enfiló hacia nuestro único tema, Venezuela.
No voy a contar detalles; pero esa noche, más que ninguna otra del año que está
por terminar dentro de unas horas, me plantó cerca de la posibilidad de recuperar la fe. No
quiero desmerecer otros encuentros, no quiero que ninguno de mis amigos se
sienta ofendido por no hacer de alguna de sus noches del 2016 una ocasión
memorable; pero, la noche del 29 de diciembre se me grabó a fuego en las
entrañas. La noche del 29 de diciembre fui capaz de perdonar al horrible 2016 y
sentir que, aunque nada de lo acontecido esa noche pase de ser un recuerdo vivo
que me acompañe por el resto de mi vida, es posible encontrar una vía para
sanar. Eso me basta. Puesto a hacer una lista de deseos para 2017 repetiré como
un mantra lo que dijo uno de los asistentes a esa reunión (una persona
excepcionalmente valiosa a quien espero poder adoptar hasta que la muerte nos
separe) “que venga, que tenga, que convenga y que me sorprenda”. Es
cierto, yo no agregaría nada más. ¿Para qué? Ya estuvimos ante un año en el que
el dolor fue moneda de cambio. En el que la vida se la jugó duro en nuestra
contra, en que las múltiples alegrías se desvanecieron en el esfuerzo de vivir
y en el que perder, si es por algo, significo mucho más que perder el juego.
Mi amigo, el anfitrión de esa noche, me llama Carlitos –
desde que me conoce - es la única persona del mundo que decidió diminutivizar
mi nombre, quedándose con el segundo, posiblemente porque compartimos el
primero. Es un tipo cauteloso, desconfiado y excesivo. Es también un hombre
trabajador y modesto. Es un lujo. Tiene risa fácil y humor ligero, sus
invitados de esa noche también. En algún momento de la conversación, ya al filo de varios tragos, me recordó que
yo no tenía razones para quejarme, que mi año había sido bueno y productivo.
Fue un sacudón; tengo tendencia a creer que no es así, quizás porque el año 2016
me trajo uno de los dolores más grandes de mi vida, al arrebatarme a mi indispensable Cheo Vaisman dejándome para siempre – inconsolable - sin el más importante interlocutor de mi
cotidianidad. Quizás porque cerró amenazando
la salud y la tranquilidad de mi familia. Quizás porque la economía personal se
descalabró lastimosamente. Quizás porque vi costuras maltrechas en personas que
nunca mostraban sus miserias hasta que les tocó ser tan venezolanos apaleados
como yo. Quizás porque me robaron varias veces, quizás porque una vez más tuve
que conformarme con quedarme en casa un verano en el que podía, como antes,
estar caminando por Paris. Quien sabe por qué. Tengo tendencia a creer que el
2016 fue, de golpe en golpe, mostrándose
como un año horrible, hasta que Juan me sentó en una silla y me recordó que soy
de los que no puede quejarse de nada. “un
grupito, Carlitos, un grupito chiquito de gente al que perteneces tu y yo y
alguna poca gente que conocemos” me dijo. Sin decirlo, Juan me sentó de
golpe en la obligación de seguir haciendo que el año, que cada año, sea lo que yo quiera que sea, por encima del
imponderable dolor de los golpes del destino, que no son otra cosa que eso, aun siendo incomprensibles.
Asi pues, decido aprenderme las palabras de Juan y agradecerlas mientras me copio las que dijo el otro, nuevo amigo del alma
de muy reciente data, para repètirlas como
mantra para un año que será difícil, duro. Un año que será una locura
inexplicable, un año que traerá frustración, angustia, escasez, hambre,
enfermedades y muchas ganas de salir corriendo. Un año en el que, posiblemente, no tengamos más opción que
poner distancia con esta tierra y esta casa para intentar crecer en otro suelo abonado: “que venga, que tenga, que convenga y me
sorprenda” En esta tierra incierta, el problema más grave es que no tenemos
otro año al que ir; nos toca el 2017 y su carga de malos presagios. ¿Será
imposible voltear la tortilla?
Yo creo que no. Yo creo que podemos hacer un esfuerzo
personal para amortiguar el golpe. Aunque no tenga la receta, creo que “ponernos
creativos” y enfrentar los vientos y las mareas – que serán muchos y
muy duros – sin necesidad de resignaciones, renuncias o abandonos puede ser
útil; pero, solo si rectificamos la
ruta, una cosa que siempre se puede. No se trata de hacerlo para el colectivo
si no somos capaces primero de hacerlo dentro de nosotros. Nuestro trabajo no
es hacia afuera, nuestro trabajo debe ser, primero y por encima de todo, hacia
lo que nos brinda el empeño de vida que necesitamos para vivir. Como en esa
pequeña fiesta de navidad del 29 de diciembre, en la que nos regalamos el mejor
ánimo un grupo muy pequeño de personas aleatoriamente escogidas por la vida.
De modo que - duro y parejo - los invito a darse con el año:
es siempre una ocasión de futuro, es siempre una ocasión de verdades. Los
invito desde mi gratitud más sincera: muchos de ustedes han sido una fiesta en
mi vida, me han leído, me han acompañado al teatro, me han prestado su apoyo,
están pendientes de mí y de mis inventos. Muchos de ustedes han llenado mi vida
de alegría, han extendido sus manos, me han sentado a su mesa. Muchos de
ustedes han sido mis cómplices y han comprendido el dolor irrepetible de
ponerle el pecho a las balas del destino. Muchos de ustedes me han querido lo
suficiente como para que yo lo sienta, han sido artífices de bienestar y abrazo
de compañía. Muchos de ustedes han estado presentes en otras fiestas de amor. Los que no, importan menos, no soy yo el que
pierde cuando alguien que se dice amigo decide mostrar su peor rostro al
mostrar su ausencia (cosas que pasan, dijera Celinita)
Que se vaya el 2016, que me deje la presencia amada de mis muertos, de
mis horas menguadas, de mis sustos y mis desazones para saber que estoy vivo y
aprendiendo, que no borre el surco de mis lágrimas, ni seque su caudal. Que deje también el ruido de los aplausos, el
chasquido de un beso en la mejilla recibido al pasar, la mano estrujada por el
apretón del pana, la costilla adolorida por el abrazo, la sabana arrugada por el amor, la sonrisa del chiste oportuno,
el humor de mis amigos, la fuerza del escenario, la palabra escrita, la vida de
todos contada por cada uno, la imagen precisa, la oración perfecta. Que me deje
la dicha interminable de ser tío y mantenga la alegría de la Guayandina y la
memoria de la Quinta Mis Nietos, intacta en mi devenir. Que sume canas, que
sume ganas y traiga amores. Que nos enseñe a recibir y enfrentar la tormenta. Que
me enseñe a saber, hasta que la muerte nos separe, que es solo con gente, como
se aprende a vivir con gente.
Que se lleve la hiperbólica manía de ser más que todos en el
rasgar de la mala nueva que no es tal y que nos enseñe a ser colectivo, desde
lo más intimo de una fiesta informal de poquiticos,
en el que cada uno ponga algo, para
poner vida.
Que venga, que tenga, que convenga y nos sorprenda!!!
Bravo, bravísimo!!! Son 365 páginas en blanco que podremos escribir, a nuestro antojo, a pesar de lo que venga, tenga, convenga y sorprenda, sí, con alegría frente a la tristeza, con valentía frente a la cobardía, con generosidad y abundancia frente a la mezquindad, porque, como tú bien dices, mi querido Juan Carlos, "creo que “ponernos creativos” y enfrentar los vientos y las mareas – que serán muchos y muy duros – sin necesidad de resignaciones, renuncias o abandonos puede ser útil; pero, solo si rectificamos la ruta, una cosa que siempre se puede. No se trata de hacerlo para el colectivo si no somos capaces primero de hacerlo dentro de nosotros. Nuestro trabajo no es hacia afuera, nuestro trabajo debe ser, primero y por encima de todo, hacia lo que nos brinda el empeño de vida que necesitamos para vivir." De tal manera que, como siempre lo hemos hecho, seguimos Viviendo, así, con mayúscula, porque de lo contrario, es "entregarnos" y eso sí que no!! Feliz Año Nuevo 2017, con todos los hierros ... y con los fierros, mi querido amigo de Siempre!! Millones de besos!!
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ResponderEliminarExcelente!!! Juca, gracias x compartir tan gratas y acertadas letras!!!....Feliz y venturoso año 2017!!!
ResponderEliminarMaravilloso!!! Agradezco que el azar me haya traído hasta acá esta mañana.
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