Saber que se puede, querer que se pueda
Quitarse los miedos, sacarlos afuera
Pintarse la cara color de esperanza
Tentar al futuro con el corazón
Diego Torres
Estaban allí, con sus vestidos domingueros y su acicalada emoción. Hoy, algunas casas “de bien” se quedaron sin su limpieza de rutina; algunos cafetines sin el auxilio de manos que trabajan en silencio, algunas construcciones sin el sube y baja de bloques y cemento. Hoy, la ciudad tuvo menos taxis y más esperanzas. Hoy se les graduaron sus muchachos y para ellos, el día habría sido luminoso aunque la naturaleza se hubiese opuesto.
Protagonistas de lujo, ellos estaban también; haciendo planes para la inmediata celebración, asombrados de sí mismos, jugando a crecer y buscando más fotos y más tiempo para agradecer, para exhibir el cartón de sus triunfos y para abrazar a quien se pusiera a tiro. Hoy, La Loma de los Maitines alquiló mesas y sillas y en un acto de maravillosa honestidad, salió a celebrar con los suyos lo que puede haber sido la primera y única oportunidad para la parafernalia académica. Hubo misa, claro. Hubo medallas, placas de agradecimiento, discursos, indiscreciones, protocolos improvisados, comida y fiesta. Hubo familias enteras que nunca pensaron en este día y otras que llevan meses planeando todo con precisión quirúrgica. Hubo sensación de victoria, como en una final de campeonato.
Hoy, alguien apostó por ellos. Por muchachos que hablan una lengua incomprensible, se peinan rarísimo, cometen travesuras imperdonables y se fugan de clase para acercarse al límite de lo que se espera de ellos. Muchachos que nacen con un pan debajo del brazo, que muchas veces es demasiado duro. Muchachos cuyo interés necesita estar en otro lado. Muchachos cuyos “escasos recursos” son la creatividad, el talento y las ganas de vivir plantándole cara a un futuro que nadie auguraba bueno y, de puro espléndido, se convirtió en mil razones para creer que nada se ha perdido.
Mañana saldrán, a indagar que se puede hacer con el flamante titulo de Técnicos Medios en Tecnología Gráfica; y es posible que descubran que apenas están comenzando y les caiga la locha; los veremos sonreír para tragársela. Ya ellos ganaron la primera apuesta, hecha a espaldas de un país que se desmorona y no apuesta a nada. De aquí en adelante, estoy seguro que, (como dijo Mireya, recordando la canción mil veces cantada), sabrán que se puede, querrán que se pueda.
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