Quienes creíamos que ya habíamos escuchado todo, que ya habíamos llegado al fondo de la porquería y que habíamos superado el bien y el mal de esto-que-nos-está-pasando, estamos probablemente es-tu-pe-fac-tos después que, ayer a mediodía, finalmente se supo qué era la cosa tan importante que la gente de la MUD iba a decirnos y que empezó a anunciar el sábado por la tarde. Con altísimo rating, el conductor de un programa de televisión, emblemático del proceso, se reveló a sí mismo como el sapo del G2 o algo por el estilo y empezó a soltar su acostumbrado veneno que, aunque no sorprendió a nadie, fue una "confirmación autorizada" de gran valor documental.
Pasadas las primeras horas del turmoil que esas declaraciones - probablemente dichas por Mario Silva (lo de probablemente se debe a mi manía de ser correcto y pensar que todo el mundo, incluso él, tiene derecho a ser considerado inocente hasta demostrar lo contrario) - ha supuesto, me permito apelar a mi escaso juicio para decir algunas cosas necesarias a la hora de evaluar el orgasmo verbal del nefasto personajillo. Otras consideraciones, de profundidad política y significado en el futuro de la revolución, serán – de hecho están siendo – escritas por pensadores con mejor pluma y mayor conocimiento. Yo, como siempre, me dedicaré al lado rupestre de las cosas.
Decía mi mamá que las cosas se toman de quien provienen. Pues bien, ¿de quién provienen? De una mente enferma. De un hombre que ha dado numerosas muestras de ansiar un poder que nunca le han dado, un ser sin escrúpulos ni valores, incapaz de lealtades. Un personaje que, seguramente, es el más cínico de los cínicos que forman el partido de desgobierno y que, con graves problemas de personalidad, maneja un micrófono en el espacio de televisión más degradante (y único con cierta audiencia) de la revolución bolivariana. Un hombre que llamó hijo de puta a Dios, al enterarse de la muerte del comandante. Una joyita, pues. ¿Es entonces creíble su acidosis verborregica? Quizás sí. A mí me gusta creer que todo lo que dijo es verdad. Pero, realmente ¿es cierto que, por ejemplo, ese personaje de tan poco valor, mantiene reuniones privadas con Fidel Castro? ¿Es verdad que Mario Silva es uno de los panas que Raúl Castro tiene en Venezuela? ¿Es tan poderoso ese tipo? Ahí está mi duda. Después de haberlo sufrido por tantos años, yo creo que, más bien, ese tipo no vale medio. A una cosa importante me remito: ¿por qué no habló mal, directamente, del presidente (ilegitimo) de la República?
Con lo anterior no quiero decir, ni por asomo, que su lamentable confesión haya sido innecesaria; no. Es un conocimiento indispensable por el que debemos estarle agradecidos. Pero, creer que eso llegará a alguna parte o desestabilizará al ilegitimo gobierno instaurado tras la muerte del único líder de los rojos, es una mayúscula tontería. Puede que cree molestias, pero si sirve de algo, servirá como tarjeta amarilla para Diosdado Cabello, a quien los cubanos parece que no lo consideran “perita en dulce” y, quizás, para él mismo, a quien con toda seguridad no lo quieren en los cuadros altos del partido. Para más nada. No es, como algunos dicen, el principio del fin ni mucho menos; y además, duchos como son esa materia, será desmentido, ignorado, contrarrestado y olvidado con la misma intensidad y fuerza con que ha sido desmenuzado.
Yo, confieso que lo he tomado con gran cautela, aunque me parece muy grave lo que dice. Basicamente, porque revela que “el hombre nuevo” que se está construyendo desde Miraflores es machista, clasista y profundamente cobarde. Que es corrupto hasta la medula, no tiene valores ni principios morales – o de ningún tipo – y está dispuesto a vender su alma, aunque no por 33 denarios; que, para mal, estamos desgobernados por un conjunto de marionetas cuyos hilos se mueven desde La Habana, el mismo sitio a donde va a parar lo que se recauda por la venta de las entradas. Lo demás no es nuevo. Lo nuevo es que lo haya dicho uno de ellos y aunque no es poca cosa, lo dijo el peor de ellos.
Ni modo, lo escuchado ayer ha sido una jugada política. Probablemente un peine pisado por la oposición con pleno conocimiento de consecuencias, parte de algún arreglo incomprensible para nosotros, simples espectadores de galería. Estoy seguro que no será el único, que esa táctica (de indescriptible bajeza) será parte del juego de la transición y que más tarde, nunca más temprano, servirá de algo. Es el capítulo uno. Lo que lamento profundamente es que la manta de la que han halado, es la más mugrienta, la más desechable, la más dañada de todas.
Mucho más allá de nuestras conciencias, mucho más allá de lo que sabemos y de lo que padecemos, lo dicho ayer ha servido para enterarnos que vivimos en un lodazal de la peor especie. Quizás podamos salir de allí, pero lo haremos si tomamos esto con la cautela necesaria. Nada ha empezado a empeorar, porque eso no es posible. No es el principio de ningún fin. Es un capítulo más.
Ahora es que faltan.
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