Llego un
poco tarde a la Navidad de este año. Suelo ser más cumplido, tener mejor
sentido de la oportunidad. Es decir, esto, he debido publicarlo ayer o esta mañana. Para
quien no lo sepa, en Venezuela, el día más importante de la Navidad es el 24 de
Diciembre y no hay más. Por eso me siento un navideño tardío.
¿Tuvieron
una bonita Nochebuena? Es decir, ¿comieron con familia o amigos y se
divirtieron y nadie se puso pesado e intentó acabar con la cena porque la mejor
hallaca la hacia su mamá que se murió hace 15 años? Es más, ¿comieron hallacas
a pesar de la escasez de varios productos caseros y la mentada crisis? Si fue
así, me alegro mucho. No hay nada que se compare a esa sensación de calorcito
grato que es la mesa servida en la casa de la familia. Si no, espero que de
todos modos se las hayan arreglado para pasarla bien.
Hoy termina
“oficialmente” el jolgorio navideño. Las tiendas comienzan a estar mas vacías,
la gente a estar más tranquila, se come menos (mucha sobra, eso sí) y de alguna forma, para mucha gente empiezan
una vacaciones que tan solo duran dos semanas.
En Enero se pondrá todo en marcha otra vez.
Tal vez ese
sea el mayor problema: estamos esperando Enero con ansiedad para ver si nos
enteramos que sucederá con nuestro país. Basicamente, para saber si existe algún plan oficial que no se limite a misas de sanación. Toca
entonces pedirle al Niño Jesús que todo sea leve. Que aprendamos a caminar entre el
desorden, que sepamos como torear la anarquía, que busquemos una manera de ser
nosotros mismos sin dañar al otro y que en medio de todo, recibamos salud y
otras cosas sin las que no se puede echar un pie adelante.
Así que
acabo de hacerlo, ese es mi deseo de navidad: que venga lo que sea, pero que no
nos pegue duro. Que sea leve, pues. Muy leve y benigno.
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