Había una expresión que utilizaba mi mamá que me gustaba mucho. Ante cualquier “invento” de alguien que le provocaba, por lo menos, una gran sorpresa; Mamá se quedaba mirando a su interlocutor fijamente y le espetaba una sola frase: “Pero, ¿poder?”. Eso nada más, casi siempre entre risas, o expresiones de profundo estupor, con esa frase ella hacia entender que le parecía pavoroso que la gente pudiera permitirse ciertas cosas.
Pues bien, Benedicto XVI acaba de darme la mejor razón para mi propio ¿Poder?, pero en un tono bastante más subidito que el de mi madre, que era una dama y no se prestaba a zaperocos. ¿Es que Benedicto no tiene otra cosa que hacer que dedicarse a cambiarnos la navidad? ¿Es que es tan alemán y tan nazi que decidió que no, que se fastidien, que a mí todo este tema del papado me tiene harto y mejor los pongo a parir con el pesebre y todo lo demás?, como si nada.
Yo creo que podríamos darle una lista de cositas pendientes, cositas que bien podría la iglesia comenzar a tomar en serio, en lugar de la estupidez de si había mula y buey, o si el nacimiento del Niño Jesús fue la cosa más aséptica de la humanidad, o si los Reyes Magos eran andaluces u orientales (a él le dio por decir que andaluces y tres, algo de lo que ni él ni nadie puede estar seguro, pues en realidad nunca se ha sabido, si eran reyes, magos o tres)
Pues él no, él tan particular, prefiere cerrar los ojos ante las hambrunas de África, ante el avance del SIDA, ante la necesidad de permitirle a la mujer que la decisión de abortar sea suya y de nadie más, ante la violencia contra mujeres y niños, (ante la violencia en general) ante los problemas de la educación en el mundo, ante el derecho que todos tienen a casarse con quien le dé la gana. Pero, sobre todo, prefiere cerrar los ojos ante la crisis profunda de la fe que ÉL representa, y se dedica a hacernos reír con su guión navideño de la mula, el buey y los Tres Reyes Magos.
Nada, que no puede uno sino decírselo con todas las ganas:
Carajo, Benedicto, pero, ¿poder?......
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