No ha podido. De designado delfín a inconsolable viuda, vistiendo ha estado todos los atuendos de una oportunidad que, en su momento, nadie se ha atrevido a pintar calva. Sudando la tinta de discursos que no le pertenecen, pisando las calles que no ha calentado, subiendo a tarimas que nunca fueron contenedores de su desmesura. Mostrándose, en fin, como el heredero que pierde toda reclamación ante la madre astuta que regresa a su origen o la amante infeliz que no ha olvidado agravios. Enseñando pesadeces que, aquí, no han logrado otro final que algunas lágrimas de cocodrilica especie. Tratando de exigir una mansedumbre que, dijera ese grande llamado Padrón, no estamos dispuestos a darle.
Entre tanto, seguimos en la esquina de nuestros desasosiegos, echando candados a toda hora pues ya la noche no parece suficiente excusa para el proyectil perdido; buscando como llevar a la mesa, comida que se escurre huidiza de los anaqueles; tratando de no enfermarnos para no tener que sumar dolencias a la indolencia de un oficialismo extranjero que nos llena de rabias innecesarias…llorando por él, si, en algunos casos, y llorando ante la idea de tener al otro, dirigiendo millones de vidas que cree suyas y no conoce ni por asomo.
Ha pasado un mes de la mala noticia. Nuestras lastimas ya no son cortejo fúnebre. Nuestro estupor ya no desgrana las cuentas de la camándula y la luz perpetua. Nuestro temor no descansa en el horror de una guerra anunciada, nunca perpetrada. Nuestra sorpresa parece más un desfogue, ajeno de pudores, que una lucha cruenta de titanes. Un nombre se empieza a borrar de nuestros labios.
En algunos rincones de esos donde, a decir de quienes no logran comprobarlo, se escucha triste la lluvia, una pena se convierte en pan de cambio y un ¿hasta cuándo? sonríe detrás de la vana promesa de una tarjeta de débito.
De pronto, la alarma de un despertador podría borrar algún concierto de horrores. Podría instalarse sobre la lástima que nos produce, a todos, el ungido de un testamento de fracasos. De venganzas, de facturas vencidas, de amenazas. De penumbras, pues, que no son nuestras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario