¡Que calor!

En la boca de todos los merideños solo parece haber un tema de conversación: el insoportable calor de los últimos días, calor que no amaina ni siquiera después de las torrenciales lluvias que empiezan a azotarnos diariamente. Por increíble que parezca algunos merideños están apelando al auxilio inédito del aire acondicionado, para permanecer en sus casas sin correr el riesgo de sofocarse. El cambio radical del clima de esta ciudad, que exhibía neblinas y prodigaba temperaturas realmente gratas, no hace mucho tiempo, nos tiene a todos hablando de un tema que cada día merece atención más urgente: El calentamiento global. Un asunto del que no se nada, por lo tanto me abstengo de desentrañar, pero que de veras parece estar causando estragos. Por suerte no lo tenemos tan difícil. Hasta ahora, que sepamos nosotros, no pasa de ser un fenómeno climático exento de calamidades mayores inmediatas. Sudamos como enfermos en medio de un tráfico infernal y se nos amarga el carácter. Pero, poco más sufrimos. No hay incendios forestales, ni la sierra que tanto nos emociona se ve afectada; suponemos además, que las nevadas de agosto volverán, para tranquilidad de todos. Mientras tanto, la ciudad se hace cada día, más insoportable. Seria bueno que empezáramos a preocuparnos por eso también. El calor horrible está dejando de lado las interminables conversaciones políticas y las mortificaciones que han ido minando nuestro aguante desde que hace diez años y pico empezamos a padecer otras tormentas. Por mi parte, sigo pensando que será pasajero todo, a menos que en realidad ignoremos protegernos del Apocalipsis final, que podría venir acompañado de calores más intensos o fríos aterradores: Los que acompañan la soledad después de la hecatombe.