
Ya sé, las comparaciones son horribles; pero como soy un desadaptado, a veces me las permito: En el verano del año pasado, me fui a patear Europa del este. Ese viaje lo organicé personalmente, valiéndome de páginas que ofrecen servicios de reservación de hoteles, boletos de tren y/o autobuses, entradas a museos y todo lo que un turista necesita para pasarla bien. Todo, absolutamente todo, sin excepción, lo adquirí con una tarjeta de debito gringa, en pocos minutos y sin errores. Mi viaje, gracias a que soy suficientemente organizado como para llevar conmigo cuanto papelito confirmaba las compras realizadas, no tuvo ningún tropiezo. ¿Por qué? Muy sencillo: yo hice negociaciones con empresas proveedoras de servicios que ponen por delante la confianza en sus clientes, no matter what. Empresas virtuales que desafían diariamente uno de los crímenes más feos de la era moderna, el robo de identidad, y lo superan con éxito, brindando un servicio muchas veces impecable que, además, protege la identidad del cliente “de bien”.
No es el caso de las páginas web que venden servicios en nuestra patria convulsionada. El proceso es tan engorroso y tan incomodo que mejor es no intentarlo. Allí donde la complicación abunda, una simple tarjeta debería ser suficiente y, lo es; pero, sólo en aquellos países donde, contrario a nosotros, nadie empieza un negocio desconfiando del cliente o diseñando sistemas para hacerle difícil la vida. Comprar y vender por Internet TIENE que ser algo que se pueda completar en pocos pasos: Escoja lo que quiere, escriba sus datos, los de su tarjeta y retire el producto. Nada de taquillas posteriores, ni depósitos bancarios, ni comprobaciones molestas. Usted confía en el proveedor que aparece en su pantalla. Ellos tendrían que confiar en usted, también.
Es difícil. Basar la convivencia ciudadana en la desconfianza del otro, es muy difícil. Sobre todo, porque lo aceptamos con la naturalidad de las cosas que “aquí son así” y quejarnos parece cosa de locos. Sencillamente, no creemos que nadie hará las cosas de manera correcta y eso se magnifica en todo lo que tiene que ver con dinero. Mientras tanto, el desarrollo que tanto ansiamos, sigue borroneado en la puerta de atrás.
Claro que hay mil motivos adicionales, pero si queremos empezar a ver preámbulos, bien podríamos comenzar a entender, realmente, el valor de las comunicaciones globales. Es así de sencillo.
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