Siempre fue así; escribo - o intento hacerlo - desde los días lejanos del Colegio La Salle y siempre he sentido entusiasmo verdadero por hacerlo. No voy a decir que es “una pasión” porque eso es un lugar común que no me gusta; pero, es algo que disfruto enormemente en cualquier forma, pues creo que existen muchas maneras de mantener ese placer activo.
Como traducir, por ejemplo. Traducir es un gusto que me ha permitido escudriñar dos idiomas hasta la saciedad, obligándome a escribir cada vez mejor - como si de un oficio se tratara - mientras hago algún dinero haciendo algo que me encanta.
Entiendo que para algunas personas que lo hacen cotidianamente, se trata de un trabajo, arduo y fastidioso, que se cumple con corrección. Para mí, es una ocasión para crear (ya creo que me puse propagandístico, pero es verdad). No se trata de encadenar palabras que se vierten de un idioma a otro; sino de poner la mente a pensar en formas “bonitas” de decir, en otro idioma, lo que ya alguien dijo en el suyo. Sin duda, un reto fascinante. Por eso he decidido retomar esa ocupación. Realmente creo que sería el hombre más feliz de esta tierra, si comenzara todos mis días sabiendo que tengo muchos textos para traducir del inglés al español o viceversa.
Ese y no otro, es mi objetivo del 2013. Mientras sigo buscando algunos tigres para matar por ahí (pues de algo hay que vivir) no creo que se me quite el entusiasmo de esta campaña auto promocional que simplemente busca decirle a quien quiera saberlo que yo soy un excelente traductor y editor y que eso, y solo eso, es lo que quiero hacer cuando sea grande.
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