Esta sí que no la entiendo, por
ninguna razón en este mundo (conste que si estoy hablando de eso aquí, no es
para que venga alguien y me lo explique, porque comprendo que es tarea
imposible, digamos que más bien ando en
plan desahogo) Necesito renovar mi pasaporte. Resulta que mi pasaporte vence en
marzo de 2014, es decir, mi pasaporte expira dentro de un par de semanas. No se
pueden saltar las barreras de Maiquetía de manera más o menos legal, ni
contemplar sus bellas noches, si el pasaporte
tiene menos de seis meses de validez – tampoco se puede entrar a un
montón de países – de modo que yo necesito una identificación nueva, aunque
siga teniendo el mismo numerito en la cédula, porque ese pedacito de papel
plastificado,no me sirve ni para llegar a Ureña. Tengo que tener un pasaporte
nuevo, es decir, un nuevo número de identificación internacional y un nuevo
librito, aunque eso signifique talar un árbol para obtener más “papel de
seguridad” y un nuevo ingreso a los controles recurrentes de las fronteras de
este mundo...y tengo unas seis semanas en el trámite, sin avanzar ni un
milímetro.
Esta mañana fui a la oficina donde se
obtienen los pasaportes. Es nueva, nunca había ido. En Mérida, toda la vida,
“extranjería” estuvo en la casa de los Aranguren, en pleno centro de la ciudad.
Pero, la mudaron. Muéranse: para el Estadio
Metropolitano. No se le ocurra preguntar
que hace una oficina de esa importancia en el pedacito que le robaron a las
instalaciones del estadio porque ahí si nos pondremos un poco fastidiosos. Allí
queda. En lo que probablemente se diseñó para que fuera vestidores de
futbolistas (que total no importa porque en ese estadio lo menos que hay es
futbolistas). Llegué a las 8 de la
mañana y, voy a decirlo pronto, lo hice
porque me estaba esperando un señor que no conozco, pero creía que estaba
dispuesto a ayudarme gracias a la recomendación de otro señor que si conozco un
poco más. Ósea, esta mañana me asomé, por última vez, a un viejo resabio de la
escualidez más putrefacta: la impúdica palanca. Así mismo me fue. El señor que
me atendió, muy amablemente, se dedicó a explicarme cómo funciona el SAIME por
dentro (ja,ja,ja) y por qué Venezuela en realidad no es un país rico, sino un país con recursos
(si usted tiene un balde de diamantes en su casa, pero no los vende, ¿usted es
rico o tiene recursos?….báilame ese trompo en la uña, a ver si tataratea) pero
no movió un dedo para ofrecerme su ayuda, ni para explicarme las incontables
incongruencias de un sitio web que JURA que a mí nunca me han dado un pasaporte
en esta tierra de gracia; a menos que el
destino de mis próximas vacaciones sea la hermana República de Cuba, único
lugar del mundo donde es válido el pasaporte provisional y un día de estos será
innecesario otro documento más que el papelito plastificado que aquí llaman cédula.
Bien hecho, me dije al salir. A mí nadie me mandó de refistolero a intentar obtener un pasaporte por vías que no sean las que ellos reservaron para nosotros, los que alguna vez en la vida supimos de alguien-que-sabía-de-un-amigo-de-alguien en cualquier oficina pública. Eso ya no me pertenece a mí. Le pertenece a ellos, a juzgar por las muchas personas que saludaron a mi anfitrión en el transcurso de la media hora que conversamos y que, humildemente, esperaron a que la lección de geopolítica socialista finalizara tan gentilmente como había empezado.
Salí como entré, pero más confundido: ¿Por qué, en el medio de la conversación, entró a la minúscula oficina una funcionaria que no se movió de su sitio después de estrecharnos las manos y poco participó de la charla? ¿Por qué, de la oficina de al lado, salía un soldado cargando bolsas de productos que no existen en los supermercados? ¿Por qué en ese sistema tan moderno que llaman SAIME, solo funcionan – confesión de partes – 8 de las 24 máquinas impresoras de pasaportes? ¿Por qué la gente que va a pedir un pasaporte, hace la fila a la intemperie, bajo un toldo miserable? ¿Por qué tiene que gustarme esperar 12 semanas para que me otorguen una cita para pedir mi pasaporte y luego esperar unas 3 o 5 semanas para que esa cita se haga efectiva y 4 o 6 semanas para que, al fin, el pasaporte esté en mis manos? ¿Por qué se me ocurrió a mí, intentar conseguir un pasaporte por debajo de la mesa, para terminar dándole al señor de marras la oportunidad de descalificarme, burlarse de mis intenciones y tratarme como el corrupto-escuálido-fascista que no soy?
¿Por qué tengo que pasar por todas esas incomodidades para ejercer mi derecho a llegar al aeropuerto de Maiquetía y pedir, si tienen ventana Madrid y si no la tienen, Londres?
¿Por qué, Señor de los ejércitos….por qué?
Bien hecho, me dije al salir. A mí nadie me mandó de refistolero a intentar obtener un pasaporte por vías que no sean las que ellos reservaron para nosotros, los que alguna vez en la vida supimos de alguien-que-sabía-de-un-amigo-de-alguien en cualquier oficina pública. Eso ya no me pertenece a mí. Le pertenece a ellos, a juzgar por las muchas personas que saludaron a mi anfitrión en el transcurso de la media hora que conversamos y que, humildemente, esperaron a que la lección de geopolítica socialista finalizara tan gentilmente como había empezado.
Salí como entré, pero más confundido: ¿Por qué, en el medio de la conversación, entró a la minúscula oficina una funcionaria que no se movió de su sitio después de estrecharnos las manos y poco participó de la charla? ¿Por qué, de la oficina de al lado, salía un soldado cargando bolsas de productos que no existen en los supermercados? ¿Por qué en ese sistema tan moderno que llaman SAIME, solo funcionan – confesión de partes – 8 de las 24 máquinas impresoras de pasaportes? ¿Por qué la gente que va a pedir un pasaporte, hace la fila a la intemperie, bajo un toldo miserable? ¿Por qué tiene que gustarme esperar 12 semanas para que me otorguen una cita para pedir mi pasaporte y luego esperar unas 3 o 5 semanas para que esa cita se haga efectiva y 4 o 6 semanas para que, al fin, el pasaporte esté en mis manos? ¿Por qué se me ocurrió a mí, intentar conseguir un pasaporte por debajo de la mesa, para terminar dándole al señor de marras la oportunidad de descalificarme, burlarse de mis intenciones y tratarme como el corrupto-escuálido-fascista que no soy?
¿Por qué tengo que pasar por todas esas incomodidades para ejercer mi derecho a llegar al aeropuerto de Maiquetía y pedir, si tienen ventana Madrid y si no la tienen, Londres?
¿Por qué, Señor de los ejércitos….por qué?
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