Cada vez estoy más cerca de creer que, absolutamente, no hay
nada fortuito en la vida. Yo, que soy un espíritu inferior y paso de todas las
modas impuestas por lo que llaman New Age,
hablo mal español, de acuerdo a esas nuevas modas, me horrorizan las varitas mágicas y los
nombres que el siglo XXI insiste en ponerle a cosas que uno conoce desde
chiquito como lo que eran; estoy
convenciéndome de cosas como la “causalidad” detrás de ciertas casualidades.
Como la causalidad, por ejemplo, que lleva reencontrar afectos o aceptar
invitaciones de las que uno nunca sabe qué cosa puede obtener. Tendré que
ponerle mejor atención a la vida.
Hace seis meses mi amiga Albor Rodríguez me hizo un regalo de
cumpleaños invitándome a pasar unos días con ella y un grupo estupendo de
periodistas muy jóvenes, como
participante del 11 Seminario de Periodismo Narrativo y de Investigación de la Fundación
Biggot. Lo hizo, como me dijo entonces, “porque
sé que tienes interés en la escritura y tienes tu blog y creo que te haría bien
hacerlo”. Ese cuento, el del taller, es suficientemente bueno como para una
crónica exclusivamente destinada a narrarlo; yo creo que no soy quien debe
hacerlo. Pero, ese cuento, el del taller, es lo que me ha dado la oportunidad más
provechosa de estos últimos años y lo que me ha regalado, junto al regalo de
Albor, un nuevo proyecto creativo con el que ponerle un poco de taima a toda
esta cosa tenebrosa que nos-está-pasando.
Es que no se puede vivir si no se buscan espacios para enfrentar la crisis - personal y colectiva - y aun pudiendo refugiarme, como lo hago, en “el
duende del teatro” (Temix dixit) y su carrera de obstáculos, pienso
permanentemente que un poco más de compromiso no viene mal y entonces escribo (por cierto, he notado que la frecuencia con
que lo hago disminuye, cosa que no me gusta) o busco formas de permitirle a
otros duendes salir a buscar su casa; por eso, la causalidad de Albor y su seminario maravilloso.
Es un recuerdo que me ilumina a cada rato. Estábamos sentados
en el porche del hotel, en un sofá de mimbre mojado por la lluvia que acababa
de terminar; ella fumaba cigarrillo tras
cigarrillo y yo buscaba la forma de servir un par de tragos con los que
calentar la tarde. Anochecía. Albor,
vestida de blanco, como hace desde que
el luto le ordenó esconder colores, bromeaba sobre la necesidad de hacer algo más
con su vida profesional e inquiría confesiones acerca de mi trabajo. Era, como
siempre, una conversación divertida; de pronto, me contó una idea. Lo hizo sin
otra intención que hacerlo y me dijo que a la tarde del día siguiente se
reuniría con Héctor Torres para contársela. Todo lo que yo sabía de Héctor es
que era el autor de un libro que había leído poco antes (Caracas Muerde)
inspirándome el deseo de hacer un trabajo, aun en ciernes, sobre la violencia
que nos tiene locos. Esa noche me fui a comer con los compañeros del taller y
me quedé pensando en lo buena que era la idea que mi amiga me había contado. Más
nada.
Al día siguiente, en la tarde, al finalizar la sesión de
trabajo, salí del hotel para ir a encontrarme con amigos y al salir, vi a Héctor
llegar al hotel para su cita puntual con Albor. Ni siquiera nos saludamos. Nada
distinto a aprovechar el seminario al máximo se me había pasado por la cabeza,
hasta que en una conversación muy informal y chistosa, surgió la posibilidad de
trasladar mis años de experiencia como productor al medio literario. Esa noche,
en otra conversación similar a la anterior, Albor sugirió que me “entrenara”
ayudándola a producir su proyecto editorial, en el que ya Héctor Torres había
aceptado participar.
Es habitual que en mi vida las cosas sucedan de ese modo. De
pronto, antes de que yo pueda decir que si o que no, se empieza a amontonar
trabajo. Me ha sucedido con mis proyectos teatrales (he llegado a estrenar
espectáculos de los que no puedo contar bien como se hicieron) y con inventos
de todo tipo. Este mismo blog, por
ejemplo, alzó vuelo mientras yo dudaba si persistiría en su mantenimiento. Así
llegué a LA VIDA DE NOS, cuando era un proyecto con el nombre clave de ZALEA y
no pasaba de ser un esfuerzo de investigación en el que yo, más que otra cosa, alentaba a Albor a seguir
en la búsqueda frenética de un modelo de negocios, traduciendo información o
buscando formas de ponerlo en práctica; hasta que, a finales de agosto, tuvimos
un primer encuentro para darle forma. Fue
entonces cuando conocí a Héctor Torres, quien resultó tan parecido a mi hermano
ausente, que me sedujo pensar que la vida me estaba empujando a trabajar con el Jorge Luis que hubiera
sido, si este se hubiese atrevido a ser. En un almuerzo, de frijoles blancos y
comida guayanesa en el que Héctor olvidó los plátanos que le habíamos pedido
llevar y yo conseguí en el último minuto unas cervezas Tovar que estaban
buenísimas, él dio con un nombre que nos convenció a todos (aunque yo opinaba
que el nombre debería ser una sola palabra reveladora de intenciones, que nunca
se materializó) y se enunció una premisa en blanco y negro que no puede ser más claro:
Las épocas de crisis potencian la dimensión de la experiencia humana,
llevando al hombre a límites que desconocía en sí mismo. Esta época de crisis
por las que atraviesa nuestro país, manifestada tanto en su deterioro social y
económico, como en la migración sin precedentes que estamos experimentando, nos
lleva a reflexionar sobre ella, a partir de la propia condición humana. Es por
ello que, crear un espacio donde se pongan de manifiesto estos testimonios
sobre la vida en Venezuela o entre los venezolanos, resulta más que pertinente,
indispensable.
Eso es lo que nos proponemos los editores de La vida de nos: reunir el
talento de periodistas y escritores, y las más conmovedoras historias que
pongan de manifiesto la experiencia de vivir en nuestro país en nuestro tiempo.
Tendría que extenderme mucho para contar lo que siguió a esa
jornada en el apartamento de Charito (suerte de amanuense y madrina que no deja
de acompañarnos) y a lo mucho que a veces me parece que trabajan Albor y Héctor
en hacer que ese proyecto funcione. Tendría que extenderme mucho para explicar
otras cosas; pero, creo que si algo requiere de muchas explicaciones, entonces
no está claro ni para quien lo pregona. Y ese no es el caso. Más bien, el caso
es que inventamos una campaña de Crowdfunding con la que levantar el capital
semilla, compramos un dominio y asumimos ciertos riesgos para que hoy, aun con
vientos en contra, www.lavidadenos.com sea una verdad, verdadera, en busca de mecenas y amigos que nos apoyen en hacer el trabajo un poco más fácil y lograr que el costo de producir los contenidos del sitio NO se traslade a los
lectores y que el acceso a las historias sea abierto y gratuito. La vida de nos
es un emprendimiento privado y como todo emprendimiento necesita de un capital
semilla para poder costear el pago a los colaboradores que produzcan las
historias que vamos a publicar, así como ciertos gastos operativos fijos.
Queremos ofrecer una justa remuneración por el trabajo de todos los
involucrados (periodistas, escritores, fotógrafos, ilustradores y videógrafos,
entre otros). Ese capital semilla nos permitirá operar mientras desarrollamos
un modelo de negocios, que ya tenemos diseñado, para ser un sitio autosustentable.
Puedo sentirme afortunado. Sé que, en tan buena compañía, ser parte de LA
VIDA DE NOS es ser parte de una
oportunidad maravillosa que vivo en primera persona, robándole tiempo a todo lo
que me deja exhausto, incluso a una familia demandante y a la diaria
preocupación de trabajar para poder comer tres veces al día y poco más. Vivir
en Venezuela, hoy, requiere ser contado. Eso no puede dudarse ni un instante;
si, por ejemplo, Gabriel García Márquez, no hubiera tenido la clara epifanía de
registrar para la historia - desde la revista Momento - los meses previos a
enero de 1958 y, según sus mismas palabras, hacerse periodista en el
proceso, muy pocos venezolanos sabríamos
el importante (y pintoresco) trajinar de la curia venezolana de entonces en el
derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez. Vivir en Venezuela, hoy, no necesita más
opiniones ni diagnósticos. No necesita crónicas que no lo son. No necesita
advertencias ni cartas públicas. Necesita historias. Historias narradas por sus
protagonistas o por quienes pueden hacerlo porque saben conmover haciéndolo.
Vivir en Venezuela, hoy, requiere urgentemente el testimonio de quienes viven esto-que-nos-está-pasando. Lo bueno y lo
malo.
Eso y no otra cosa es lo que pretendemos hacer en este sitio web, empezando por
el principio: es decir, por crear bases que nos permitan hacerlo sin causar
perjuicios, sin estimular el vicio del voluntarianismo; apostando a la
excelencia y a la palabra bien dicha. Teníamos que comenzar por alguna parte,
decidimos comenzar por INDIEGOGO. Vaya a este
enlace: https://www.indiegogo.com/projects/la-vida-de-nos
y deje allí su aporte. Luego vaya a este
otro: www.lavidadenos.com y vea que lo que le cuento no es mentira. Lo
que le cuento es parte de lo que, insistimos en decir, son las historias de
todos, contadas por cada uno.
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