Hay una imagen de esa medianoche que seguramente está registrada con rigor en la retina de millones de venezolanos: la entrada a la tarima, donde Capriles pronunciaba su discurso de aceptación, de sus cinco contendores. Uno a uno, nombrados previamente por el candidato recién electo, con calificativo de hermanos, fueron haciéndose parte del triunfo que este celebraba. Lo hicieron con alegría, lo hicieron con el convencimiento que produce la seguridad de saberse capaces de cumplir con una promesa de unidad, jurada al inicio de esa campaña cuya primera fase estaban cerrando.
Pero, lo hicieron también con la responsabilidad de saber que no son sus similitudes las que los unen frente a un país que exige cohesión. Son sus diferencias las que los convierten en un equipo imbatible. Lo hemos dicho hasta el cansancio. Las particularidades de un grupo formado por 4 hombres y una mujer de brillantes capacidades, unidos en torno a un liderazgo necesario, construido a fuerza de mucha negociación y mucha artimaña política, han puesto el juego en posición ganadora, como nunca antes. Creo que ese instante, esa imagen de quienes habían, hasta hacía muy poco, liderizado opciones distintas con la intención propia de ganar una carrera electoral, fue lo que empezó a poner en claro que “el camino” que intenta marcar Henrique, tiene señales muy claras de luz, si se respetan las diferencias que todos esperamos sean las que formen gobierno en la delicada etapa de la transición.
Por eso, tal vez, la euforia que todos aplaudimos en esa medianoche de Domingo. Por eso y porque vimos clarito que la fiesta, esa fiesta alegre y solidaria de votos de todos colores, puede que dure poco. Atacar un trabuco que se presenta tan fuerte, será una tarea fundamental de quienes practican las malas artes de las bajezas politicas. Nosotros, por preparados que estamos para eso, sentiremos la inevitable rabia de quien se siente ofendido sin razones. Lo que empezó allí, en esa tarima de Bello Monte la medianoche en que celebramos el triunfo de la Unidad Democrática, no es fácil. Ni remotamente fácil. Es posible, eso sí. Menos mal que para enfrentarlo contamos con cinco que son uno, siendo cada uno de nosotros.
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