He dicho mil veces, quizás hasta lo escribí aquí en algún momento, que la decisión de votar por alguien en particular no era el punto más importante a resolver en este momento. Que la coyuntura nos obligaba a acatar más o menos cualquier cosa, perdón iba a decir persona, que nos impongan bajo el título genérico de pre-candidato. Que debemos apoyar a quien salga electo el domingo y seguir en esta cruzada de captar votos y votantes porque en eso nos va la vida. He llegado a decir, en alta clara e inteligible voz, que si me pedían votar por Blanca Ibáñez, yo iba y votaba por Blanca Ibáñez, si esa era la fórmula para desterrar de nuestra vida al sabanetero y su combo de ladrones. Pero, creo que incluso yo, en esas ocasiones de pasión grandilocuente en que era capaz de poner el destino de mi país en las manos de Ixora Rojas, tengo derecho a pensarlo mejor. A que me caiga la metra, pues.
Y eso es precisamente lo que he hecho. Lo he pensado mejor y quiero aprovechar que algunas personas están dispuestas a compartir estas cosas que yo llamo epifanías y aclarar, de una vez por todas, que no estoy dispuesto a votar por Lester Rodríguez en su disparatada carrera a la gobernación de Mérida. No voy a hacerlo y no lo haría ni aunque eso fuera mi única opción. Entre votar por Lester y votar por Marco Díaz Orellana, no veo diferencia alguna, por tanto, si Lester llega a alzarse con la designación, me veré obligado a votar nulo en ese renglón. Lo siento mucho.
Lester Rodriguez es el alcalde actual de mi ciudad. Un alcalde que se ha permitido (con la eterna excusa de ser maltratado por el gobierno que le tiene tirria) dejar mi ciudad en la peor de las carraplanas: sucia, llena de buhoneros por todas partes, acosada por un tráfico pavorosamente infernal; caótica en la prestación de los servicios más elementales y sin rumbo alguno. Lo peor, lo verdaderamente lamentable es que, no sólo él, mucha gente tiene razones para justificar su irresponsable paso por una alcaldía de la que él se sirvió a diestra y siniestra para alcanzar el siguiente peldaño de una vida consagrada a conseguir el poder, por el puro vicio de detentarlo, y usar para ello los atajos de peor calaña. Muy simple: él ha pasado por todas las alcabalas de un hombre con poquísima preparación que ha prestado un servicio muy pobre a la ciudad que aspira gobernar, a su universidad y a su gerencia municipal.
Pueden decir lo que quieran, pero los merideños podemos ser mejor que eso. Votar por Lester es tan malo como votar por un candidato oficialista, pero del oficialista ya sabemos lo que obtendremos; de Lester Rodríguez podemos esperar cualquier cosa, y ninguna será buena, NUNCA.
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