Posiblemente, nunca un acto de votación venezolano, ha tenido las implicaciones del que realizaremos el próximo domingo 12 de febrero. Mucho más que la simple escogencia de quienes representarán a la Mesa de la Unidad Democrática en las elecciones del 07 de Octubre y del 16 de Diciembre próximo, en realidad se trata de un ejercicio de libertad ante el cual tenemos una responsabilidad irrenunciable.
Hay que ir a votar. Consideraciones posteriores en verdad no son tan importantes. Por quién va usted a votar, no cuenta tanto como por qué va a usted a votar. Si acaso lo ha olvidado, permítame decírselo: usted va a votar para ser parte del cambio que usted quiere ver. Por eso, repito: hay que ir a votar; porque así se adquiere la voz que será levantada cuando haga falta, porque esa la mejor manera de empezar a derrotar el miedo. Porque de su voto depende que le demos legitimidad a cualquiera que sea el que se pare en la otra esquina del ring y porque necesitamos, más que nunca, desafiar las estadísticas.
Pero, hay que ir a votar con coraje. No hace falta mayor cosa, tal vez estar preparado para que el acto de votación sea un momento de grandes emociones, y como no, para que produzca ciertas consecuencias. Lamentablemente, en este país, cada vez es más difícil andar por ahí con camisetas de otro color que no sea rojo.
Sin embargo, no será fácil para ellos cobrarnos la valentía de querer dejarlos desempleados. En las Juntas Electorales se han tomado todas las precauciones para que el 12 de Febrero sea imposible reeditar las bochornosas listas de opositores que han marcado las extrañas políticas sociales y laborales del régimen. No habrá cuadernos de votación. O mejor dicho, serán destruidos 48 horas después de la elección y serán manipulados por personal de la MUD debidamente entrenado. No será obligatorio manchar el dedo en tinta indeleble o dejar huellas digitales y la información personal de los votantes se mantendrá oculta. Si hay algo que se ha cuidado esta vez, es no sólo el secreto del voto, sino la inviolabilidad de ese secreto.
Si a pesar de eso, aun existe quien deje de ir a votar por que le da miedo que lo vean en la cola, está bien, el miedo es libre y respetable; pero, es bueno recordar que no es con miedo que saldremos de esta pesadilla.
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