Era un poco más de las nueve de la noche, cuando una emocionada Teresa Albanez, se dirigió al país para anunciar, oficialmente, la noticia que hacía rato circulaba por todos los medios a nuestro alcance. Henrique Capriles Radonsky, con un millón 806 mil 860 votos (63,91 por ciento) se estaba alzando con la nominación presidencial a nombre de la Mesa de la Unidad Democrática. Es decir, se estaba convirtiendo, en ese momento, en el hombre más buscado para lo bueno y lo malo en esta amplia tierra venezolana. El Candidato.
No fue realmente una sorpresa. Más de la mitad de las encuestas lo hacían ganador. La otra mitad lo ponían tan cerca del triunfo que igual daba. Su más cercano contendor, Pablo Pérez, había logrado cierto favoritismo y se mantuvo punteando algunas mediciones, pero nadie lo daba como seguro ganador. Lo que no esperábamos, y nos sorprendió de veras, fue ese 63,91 % de votos que lo subieron a la tarima. Un millón ochocientos seis mil votos y pico que en obra de minutos se convirtieron en tres millones y algo: tan sencillo como el milagro de la unidad.
A esa hora, casi las 10 de la noche, en la inexactitud de las horas que no se cuentan con eficiencia porque necesitas poder recordar otros detalles, Henrique Capriles Radonsky, tan mal vestido como estuvo en toda su campaña, con ojeras profundas, cara de bravo y el toro por los cuernos, habló con el país que acababa de elegirlo. Entonces, disipó las dudas. Si, es cierto, habla sin la brillantez de María Corina, se mueve sin la soltura de Leopoldo, No es, ni en cien años, lo afable que puede ser Pablo, no sabe de sindicatos lo que tiene que saber Medina y jamás tendrá la radicalidad de Diego; pero, es cada uno y todos al mismo tiempo, y es tu esperanza, la mía y la de un país que necesita recuperar el rumbo.
Por eso la alegría de todos. Por eso seguramente no se hable de otra cosa, sino de los dos votos extras que tenemos que conseguir para octubre. Por eso la fiesta que tiene locos a un sector que empieza a ser minoritario.
Era casi la medianoche, o más tarde? cuando empezamos a entrar en esa especie de burbuja que suele rodear las noticias extraordinarias. Entonces nos dimos cuenta: Pusimos la mitad del futuro en manos de Henrique; a la otra mitad no renunciamos, la tenemos en nuestras propias manos. La usaremos.
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