Catorce años y pico de vivir sin
un espacio verdadero donde expresarse abiertamente, contrastando opiniones de
acuerdo a lo que siempre hemos sido, está empezando a dar algunos pequeños
resultados en positivo que merecen ser considerados con toda la cautela y
seriedad que se merece la sociedad civil, en tiempos en los que esa misma
sociedad (que no es otra cosa que la voz ciudadana que busca quiebres a través
de los cuales salir) es sistemáticamente acallada, según un guión totalitario
del que se conocen resultados funestos aquí y más allá. Ejercicios de libre
expresión, en estos días tan complicados, se agradecen, aunque lleven con ellos
todos los boletos para ser tildados de inconvenientes. Por eso, repito, que
sean tomados en cuenta con toda sensatez, es lo menos que se puede desear,
aunque a nosotros mismos nos causen un cierto escozor.
En Mérida, un grupo de personas
que pueden lucir como credencial un sostenido y eficiente trabajo dentro de sus
comunidades, ostentando el mérito de haberlas movilizado cuando han debido hacer valer un derecho, ha decidido hacerle un
llamado de atención a la Mesa de la Unidad Democrática, de la forma más civilizada
que se puede pensar: ha organizado unas elecciones primarias para designar los
candidatos que optarán por un puesto en el Concejo Municipal de Libertador, en
las elecciones del próximo 8 de diciembre.
Lo han hecho desde sus precarias organizaciones de vecinos y amigos, con
recursos propios y de la manera más “profesional” (si es que ese término cabe
en este asunto). Han diseñado un sistema de participación que comprende mesas
electorales, circuitos, cuadernos de votación, testigos, estructuras para
desempeño del voto, observadores especializados y redes de difusión. Todo un
trabajo de inclusión ciudadana, que tiene como único objetivo ofrecerle a la
Mesa de la Unidad los nombres de quienes gozan, en las urnas electorales, del
posible favoritismo del elector, de cara al enorme compromiso político que significan
las elecciones del 8 de diciembre. Lo
han hecho por una razón muy sencilla: están convencidos que los candidatos
presentados por la MUD para esos cargos no representan, por diversos motivos,
los intereses verdaderos de las comunidades que representan y, por lo tanto,
les será cuesta arriba alzarse con el voto de quienes buscan representantes que
trabajen efectivamente a favor de los vecinos.
Dicho de otro modo, se trata de una acción que persigue la formación de
listas de candidatos a concejales de municipio, con nombres que resuenen en las
predilecciones de los posibles electores, probados en un proceso electoral
previo, el cual se realizará este próximo domingo 28 de Julio siguiendo el
mismo patrón de una elección primaria nacional que en este caso ha sido organizada
por la sociedad civil, de manera independiente, sin apoyo del CNE
(afortunadamente) ni los partidos políticos, ni la Mesa de la Unidad. Es decir,
se trata del máximo acto de responsabilidad y participación ciudadana que se da
en un municipio y que, según nuestras cuentas, es tanto inédito como único y, por
qué no, ejemplar.
Entrar en otro tipo de
consideraciones no es tarea que me compete, no tengo las herramientas para
hacerlo. Otras lecturas deben dárselas quienes, mas acuciosos que yo,
escudriñan con inteligencia el devenir de la cosa política. A mí me suena
sencillo y me parece plausible: puestos a señalar un problema, uno que puede
ser nefasto para el resultado de la importantísima elección de diciembre, un
grupo de merideños aportó también una solución. Es una pena que esa solución no
haya recibido todavía el carácter vinculante de una estructura política a la
que todos consideramos el árbitro, a la que todos respetamos y por la que todos
esperamos ser guiados, como es la MUD; pero que opera desde una lejana Caracas de
espaldas a la verdad-verdadera de una
provincia donde también se decide el futuro. Es una pena, entonces, que los candidatos
designados por la MUD para optar a las concejalías de municipio en zonas en las
que algunas veces, ni siquiera habitan; no hayan querido medir sus fuerzas en
esta ocasión de irrepetible valor democrático.
Pero, esas son las lecciones que aún no aprendemos los que queremos ver
un cambio del que todavía no somos parte.
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