Marcharon desde muchos lugares, pero sobre todo desde los
estados del sur, esos estados donde el color de su piel era presencia constante
y, tal vez por eso, temida u odiada. Vinieron con ellos algunos blancos que
entendían el horror de lo que estaban viviendo y también tenían un sueño.
Estaban allí los que habían convertido esa lucha indispensable, en una razón
importante para mantenerse vivos.
Desde la barrera, desde la orilla incomoda del poder, los
poderosos miraban. Incrédulos, incapaces de entender que un puñado de negros
estaba poniendo en riesgo sus privilegios de casta, los blancos que se creían
dueños del mundo sintieron como ese
mundo tambaleaba bajo sus pies.
A la cabeza de quienes marchaban amenazantes, un hombre. Un negro que había hecho suya la causa de todos. El reverendo Martin Luther King, un negro que probablemente no estaba pensando en ese momento que se convertiría en icono de la historia y modelo de varias generaciones. Un hombre de fe que tenía un sueño:
A la cabeza de quienes marchaban amenazantes, un hombre. Un negro que había hecho suya la causa de todos. El reverendo Martin Luther King, un negro que probablemente no estaba pensando en ese momento que se convertiría en icono de la historia y modelo de varias generaciones. Un hombre de fe que tenía un sueño:
De alguna manera esta
situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la
desesperanza.
Hoy les digo a ustedes,
amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un
sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día esta
nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo:
"Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son
creados iguales".
Sueño que un día, en
las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de
los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la
hermandad.
Sueño que un día,
incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la
injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro
hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su
piel, sino por los rasgos de su personalidad.
¡Hoy tengo un sueño!
Era el 28 de agosto de 1963; el día en que los derechos
fundamentales del hombre, en Norteamérica comenzaron a convertirse en tema de
conversación y motivo de profundos cambios.
Ayer, emotivos discursos, titulares de prensa alrededor del mundo,
analistas, artistas y gente como usted y como yo, tomamos un minuto para
recordar ese sueño que tantas veces nos ha descrito la voz ronca y conmovedora
del reverendo King.
Entonces nos dimos cuenta
que ese sueño sigue vivo. Que poco de él se ha convertido en realidad y
que algunos, lamentablemente, estamos mucho peor ahora, porque le permitimos a
un poderoso que, no por el color de la piel si no por el de la camiseta,
asesinara nuestro sueño.
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