Cuando buscaba a Dios para pedirle su consuelo….llegó mágicamente la cita para
tramitar mi pasaporte. Un mensaje de texto muy preciso y escueto (eficiencia
bolivariana o no dejes que las alas se
rompan en el vuelo) me informó que debía comparecer el día 21 de Octubre a
las 10: 30 de la mañana en la oficina metropolitana (que quiere decir Estadio Metropolitano,
porque en Mérida no hay oficinas metropolitanas de nada) a realizar la
diligencia correspondiente. Cumplidos los tramites que fueron, por cierto,
expeditos y relativamente amables, salí del estadio (me perdonan la
insistencia, pero yo sigo sin entender por qué la oficina de identificación de
una ciudad queda en un estadio, pero ese no es el cuento) y decidí caminar hasta retornar de algún modo
a la civilización. Emprendí mi camino, hasta que una visión de pesadilla se me
pintó en el horizonte: tapando la
fachada de un galpón que aquí conocen como Centro de Convenciones 5 Águilas Blancas
- pobre Don Tulio - un gigantesco pendón
se empeña en mantener vivo al comandante difunto intergaláctico; esta vez, en
compañía de su hijo bien amado, el colombiano. Por toda leyenda, unas letras
con cierto aire de diseño, informan que esa es la enseña que ilustrará la Feria
Internacional de Turismo 2013, FITVEN, a realizarse en Mérida a partir de
mañana Jueves. Además de la gigantografia del gigante, todo lo demás era
afanoso trabajo de obreros vestidos de rojo, ultimando escenografías para el
sarao.
Regresé a la ciudad y comencé el largo trayecto hacia el
centro, reparando en la repentina
aparición de murales (muy mediocres) pintados en cualquier pedazo de pared
desocupada, que ojos “artísticos” encontraron a su paso y en las hordas de funcionarios
vestidos de rojo (cualquier camiseta, con cualquier logotipo y cualquier foto
del difunto sirve para matar ese tigre) que, o pintan las barandas de nuestros
viaductos (con unas chapuzas prestadas a un cinetismo muy de medio pelo) o pasan
escobas en las aceras, o siembran arbolitos sin futuro o insisten en pretender
que el finado es un reclamo turístico.
Casi llegando a mi destino, una grosera acumulación de bolsas
de basura malolientes servían de marco al interminable repicar de una especie
de himno de la FITVEN cuyo estribillo se me quedó retozando en la cabeza: “en el país en que nací vive la esperanza
pintada de colores”, lo escuché y volteé a mirar el-país-en-que-nací: En un
kiosco de periódicos el titular de Frontera, nuestro diario local, informa el
asesinato de tres jóvenes a la salida de una fiesta, por un ajuste de cuentas.
Una cuadra más arriba, una larga fila de personas espera pacientemente el
otorgamiento de números que le permitan comprar un par de latas de leche; en el
semáforo, un par de jóvenes zaparrastrosos, lanzan pañuelos de colores al aire,
mientras pasan raqueta a los conductores, cerca de un grupo variado de
indigentes que duermen la mona, tirados sobre los restos de un improvisado
mercado de verduras que suele ocupar algunas calles del centro, peleándose el
espacio con la jauría diaria de perros sin amo que husmean entre sus restos la
primera comida del día. Buhoneros de cualquier cosa escamotean el poco espacio
que queda para el que camina, ganándole la partida, y las
fotos de una sucesión de paisajes idílicos comparten espacios, en los pocos
postes del alumbrado eléctrico, con antiguos y raídos llamados a votar por el
elegido de Dios, mientras que, en lo alto, el cielo encapotado anuncia una
tempestad que no acaba nunca de descuadernarnos.
Entonces tuve que recordar con esfuerzo que esta es la ciudad escogida para una Feria Internacional de Turismo. La ciudad en donde la más famosa escuela de formación turística del país, gradúa Técnicos Superiores en Turismo que están conduciendo taxis y la “chica” que atiende la venta de pasteles en la esquina que sea, se ocupa de jugar con el teclado de su BB, en lugar de responder los buenos días a quien viene de visita.
Por suerte, entre mañana y el lunes, nada de eso será cierto. Nada, ni siquiera la basura, un mal enquistado en el paisaje insuperable de una Sierra Nevada que es tan bonita como una Miss maltratada. FITVEN nos dará una tregua de algunos días, para soñar la ciudad posible y volver a verla. Es una visión a la que estamos tan desacostumbrados que nos encandilará por unos días. El lunes todo será igual que siempre, volverá - como dice la canción - el rico a sus riquezas, el pobre a sus pobrezas y el señor cura a sus misas. En horas estaremos cubiertos por la basura y el desatino. Quedará en el inventario de lo imposible el recuerdo de habladores con chequeras, que volverán a inaugurar tonterías inauguradas y cerrarán la llave de las lisonjas que adornaron la ciudad por pocas horas. El lunes, idos los feriantes, Mérida volverá a ser un mercado sin dolientes al que le resonarán aplausos en el recuerdo.
Entonces tuve que recordar con esfuerzo que esta es la ciudad escogida para una Feria Internacional de Turismo. La ciudad en donde la más famosa escuela de formación turística del país, gradúa Técnicos Superiores en Turismo que están conduciendo taxis y la “chica” que atiende la venta de pasteles en la esquina que sea, se ocupa de jugar con el teclado de su BB, en lugar de responder los buenos días a quien viene de visita.
Por suerte, entre mañana y el lunes, nada de eso será cierto. Nada, ni siquiera la basura, un mal enquistado en el paisaje insuperable de una Sierra Nevada que es tan bonita como una Miss maltratada. FITVEN nos dará una tregua de algunos días, para soñar la ciudad posible y volver a verla. Es una visión a la que estamos tan desacostumbrados que nos encandilará por unos días. El lunes todo será igual que siempre, volverá - como dice la canción - el rico a sus riquezas, el pobre a sus pobrezas y el señor cura a sus misas. En horas estaremos cubiertos por la basura y el desatino. Quedará en el inventario de lo imposible el recuerdo de habladores con chequeras, que volverán a inaugurar tonterías inauguradas y cerrarán la llave de las lisonjas que adornaron la ciudad por pocas horas. El lunes, idos los feriantes, Mérida volverá a ser un mercado sin dolientes al que le resonarán aplausos en el recuerdo.
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