La única cosa en la que puedo pensar es que, si no fuera tan
peligroso, sería tremendo chiste. Me sucede cada vez que me toca enfrentarme al
monstruo desde sus entrañas y no aprendo. Volvió a sucederme ayer, cuando sentado
en una silla del auditorio del Liceo Libertador, participe como invitado a una
reunión de lo que ahora se llama “Organización Bolivariana Estudiantil” en
sustitución de los Centros de Estudiantes de toda la vida, de los institutos de
educación media (que ahora, para alegría de unos cuantos, son cada vez más “técnicos” aunque poquísimos sepan con que se come eso; lo técnico, quiero decir)
Resulta que, entre las tareas que me toca desempeñar en mi
nueva y prestada vida de profesor de liceo,
me puse de inventor a voluntariarme para ser “el docente guía” de lo que
nosotros insistimos en llamar
Gobierno Estudiantil, pero que ya no se llama así – ni más faltaba – sino
Comité del Poder Popular Estudiantil, (yo no sé que estaba yo esperando) cuya
exitosa implementación reposa en manos de muchachitos, adoctrinados para ser
adoctrinadores. Voy a ahorrarme el Himno Nacional (palabra por palabra) que nos
hicieron cantar al inicio y las numerosas veces que “el representante” del
Ministerio del Poder Popular para la Educación invocó al difunto, llamándolo
padre de la patria, porque tanto jalabolismo a lo mejor enferma a quien lo
repite. Voy, también, a ahorrarme el discurso encendido de la maestra
entaconada, líder de la cosa bolivariana estudiantil, e incluso el cuento
increíble del imberbe que estuvo casi una hora amenazándonos con una versión
siglo XXI de capitula o monda. Voy a quedarme con tres instantes casi divinos: (Gaby, Fofo y Miliki,
dixit) la intervención de dos jovencísimos estudiantes de los primeros años de
educación media (uno de los cuales no tuvo problema alguno en reconocer que
antes de caer en las manos de la Organización Bolivariana Estudiantil era poco
menos que detritus) y una muchacha veinteañera, gorra y tacones rojos por
delante, representante local del Ministerio del Poder Popular de la Juventud. Voy
a hacerlo porque las tres intervenciones “antes mencionadas” resumen (y
rezuman) lo que es la educación desde los ojos del desgobierno.
Para beneplácito de quienes formaban el panel de expertos
(cómo se puede ser experto en algo, antes de cumplir 30 años, es tema de otra
discusión) el joven salvado por los bolivarianos dijo, por ejemplo, que desde
ahora y bajo su vigilante mirada, ningún profesor podrá venir con el cuento de
que “él es autónomo en su clase”…no
señor, ni más faltaba: o se aviene a repetir lo que dicen las Canaimas – o los
tomos de la Enciclopedia Bicentenario – o se atiene a las consecuencias, de las
que él, personalmente, se ocupará de dejar constancia en acta. Que eso de que
venga una escuela a decir que ellos van a
implementar un sistema de enseñanza - neo burgués – dirigido a muchachos de
esos que se creen superiores (se embromó Montecarmelo, for instance) no señor, están muy equivocados. Lo que nosotros tenemos
que aprender está todo en las Canaimas y en la Enciclopedia Bicentenario, inventar, que no se le ocurra ni a Andrés
Bello reencarnado so pena de escarnio público y desempleo inmediato. Los aplausos del panel de expertos me
revelaron de pronto una epifanía salvadora: ellos creen que se la están
comiendo. Y lo creen, básicamente,
porque después de estas perlas, una chama vestida de rojo y más aguerrida que
nadie sobre la tierra, (13 años, si tiene muchos) se instaló en un micrófono a
repetir todas las expresiones de odio
hacia el pasado nefasto, perjudicial e
imperialista que ha exhibido la educación venezolana durante los últimos 188
años, arrancando vítores en el panel de expertos, de donde emergió un joven
miliciano (así mismo se identificó) a levantarle la mano, en señal de hasta la victoria siempre, camarada…
Me escapé de la reunión cuando la buenamoza que se ocupa – muy humildemente – del Ministerio de la Juventud, reveló el plan maestro de una cosa que no tardan en anunciar con bombos y platillos y que ellos llaman “Misión Jóvenes de la Patria”. Es un plan que, mejor dicho, es propio de espíritus superiores: con el objetivo expreso de evitar esas cosas terribles como el embarazo precoz y las drogas y todo eso de lo que la gente se queja, vamos a rescatar nada más y nada menos, que LA IDENTIDAD NACIONAL. ¿Cómo lo vamos a hacer? Sencillísimo: nos vamos a poner TODOS a jugar chapita. No, no lo estoy diciendo en broma. NOS VAMOS A PONER TODOS A JUGAR CHAPITA. El Ministerio del Poder Popular de la Juventud está organizando un campeonato nacional de CHAPITA, con eliminatorias parroquiales, municipales, estadales y nacionales. (Obligatorio, por supuesto)Entonces, resuelto el problema: ante el paludismo que aqueja a nuestro medallista olímpico Limardo, por allá en Polonia, (que segurito tiene algo que ver con ponerse a practicar esos deportes tan poco autóctonos que se practican por allá tan lejos) nosotros los auténticos defensores de la patria nueva, vamos a construir el hombre nuevo: el Andrés Galarraga de la chapita. El tuerto Andrade de los juegos patrios.
Lo que yo no entiendo es cómo no se nos había ocurrido antes.
Me escapé de la reunión cuando la buenamoza que se ocupa – muy humildemente – del Ministerio de la Juventud, reveló el plan maestro de una cosa que no tardan en anunciar con bombos y platillos y que ellos llaman “Misión Jóvenes de la Patria”. Es un plan que, mejor dicho, es propio de espíritus superiores: con el objetivo expreso de evitar esas cosas terribles como el embarazo precoz y las drogas y todo eso de lo que la gente se queja, vamos a rescatar nada más y nada menos, que LA IDENTIDAD NACIONAL. ¿Cómo lo vamos a hacer? Sencillísimo: nos vamos a poner TODOS a jugar chapita. No, no lo estoy diciendo en broma. NOS VAMOS A PONER TODOS A JUGAR CHAPITA. El Ministerio del Poder Popular de la Juventud está organizando un campeonato nacional de CHAPITA, con eliminatorias parroquiales, municipales, estadales y nacionales. (Obligatorio, por supuesto)Entonces, resuelto el problema: ante el paludismo que aqueja a nuestro medallista olímpico Limardo, por allá en Polonia, (que segurito tiene algo que ver con ponerse a practicar esos deportes tan poco autóctonos que se practican por allá tan lejos) nosotros los auténticos defensores de la patria nueva, vamos a construir el hombre nuevo: el Andrés Galarraga de la chapita. El tuerto Andrade de los juegos patrios.
Lo que yo no entiendo es cómo no se nos había ocurrido antes.
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